martes, 7 de septiembre de 2010

Seguimos hablando de la Mostra. Baladas, promesas y mas.

Y por fin llegó el gran día. Cierto es que ayer la prensa especializada ya tuvo la oportunidad de asistir a un pase privado de la película en cuestión, pero hoy era el día de la presentación oficial (ante el gran público, se entiende) del único filme español candidato al León de Oro en esta 67ª edición del Festival de Cine Venecia. Siete jornadas hemos tenido que esperar para ver el nuevo y esperadísimo trabajo de Álex de la Iglesia (el primero desde que fuera nombrado director de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España).

El título, 'Balada triste de trompeta' (terminada por cierto apenas una semana antes de su estreno en Venecia); el argumento, dos payasos (Carlos Areces y Antonio de la Torre) que, en los años previos a la transición post-régimen franquista, rivalizan por el amor de una trapecista (Carolina Bang). Como ya hemos dicho, la crítica la vio ayer por anticipado, y la división de opiniones que mostró después de la proyección, se ha repetido hoy.

División que como tal, tiene dos posibles lecturas. La primera es que los premios gordos parecen alejarse para nuestra industria, sobretodo si tenemos en cuenta la buenísima acogida que ha tenido la práctica totalidad de títulos estadounidenses presentados a concurso (desde el otro lado del charco de momento nos llevan clara ventaja). Sin embargo, los defensores del nuevo trabajo de Álex de la Iglesia han sido más que enérgicos en sus actitudes. Es lo que tienen las muestras de cine tan extremadamente personal, que para bien o para mal, segregan la opinión.

Los que se posicionan a favor, resaltan el inicio fulgurante de la cinta y su ya comentada y marcadísima personalidad (cada escena, cada personaje es 100% de la Iglesia). En el otro lado tenemos los que no perdonan que la historia de amor entre los payasos y la trapecista vaya perdiendo interés a marchas forzadas a medida que avanza la película, lo cual no hace más que restarle consistencia al conjunto. No obstante, cabe rescatar -y no es ninguna tontería- el sentido del humor negrísimo y el trato de la violencia que imprime el cineasta bilbaíno a la película, cosa que la acerca mucho a los gustos del Sr. Tarantino, presidente del jurado. Ya se verá.

El que lo tiene un poco más crudo es Vincent Gallo, que a pesar de su alergia a este tipo de eventos, ha presentado hoy (desde la lejanía, puesto que obviamente no se ha presentado en las instalaciones de la Biennale) su segundo trabajo en esta Mostra. Si ayer conquistó al público en su interpretación de presunto terrorista en 'Essential Killing', hoy no ha podido repetir el éxito, en esta ocasión detrás de las cámaras. Con 'Promises Written in Water' (y sumado a su anterior 'The Brown Bunny') el polémico artista ha demostrado que seguramente es director de una sola película (estamos pensando en la estupenda 'Buffalo '66'). Al final ha quedado claro que Gallo ha hecho bien quedándose en casa, ya que los abucheos después del pase se han podido oír por toda Venecia.

No tan mal ha ido la experiencia con la italiana 'Noi credevamo', dirigida por Mario Martone. No tan mal... pero desde luego a años luz de haber causado buena impresión. He aquí el típico error de programación (desgraciadamente muy frecuentes en la Mostra), ya que después de tanto movimiento, lo último que pedía la gente era una película de casi cuatro horas de duración, en conmemoración de los 150 años de la unificación de Italia (y mucho menos teniendo en cuenta el batacazo que se dio en la anterior edición Giuseppe Tornatore con su 'Baarìa'). En esta ocasión no hubo muestras de furia en el patio de butacas... ya que cuando las luces se han encendido de nuevo, éste ya hacía rato que se había quedado medio vacío.