Una de cal y otra de arena. Así parece funcionar el Festival de Cine de Venecia este año. Si bien el nivel general de momento parece haber notado una apreciable mejoría respecto al de anteriores ediciones, no hay manera de empalmar dos jornadas buenas al 100%. Lo triste es que propuestas interesantes siempre las hay, pero a veces la organización parece querer ocultarlas, desterrándolas a secciones secundarias, y subiendo a la Oficial a Competición otras mucho más mediocres.
Hoy se ha dado una vez más lo que viene siendo un clásico de la Mostra: ver a la crítica especializada acodarse de toda la familia del director del certamen, el Sr. Marco Müller. La razón es que para poder ver lo mejor del programa de la cuarta jornada se han tenido que hacer auténticos malabarismos, ya que -como hemos dicho antes- lo que tenía que ofrecer la Sección en la que compiten las películas por el León de Oro, era más bien escaso en lo que a calidad se refiere.
Hoy la cosa iba de comedias; de provocar risas en el público... o al menos ésta era la intención. El primer intento ha salido rana. Con 'Potiche', el director galo François Ozon presenta un filme en tono muy similar al de '8 mujeres', y como en aquella ocasión, el experimento no ha acabado de salir del todo bien. La historia nos habla de una mujer burguesa (encarnada por Catherine Deneuve, por lo visto, lo único destacable de la cinta) que tiene que hacerse cargo de la fábrica de su familia. Lo demás sigue al pie de la letra los cánones de la comedieta más afrancesada: enredos familiares/sentimentales aderezados en esta ocasión con riñas sindicales... cada ingrediente igual o más olvidable que el anterior.
Peor se ha saldado el segundo intento. Es la rusa 'Silent Souls', de Aleksei Fedorchenko, que nos presenta a dos hombres que se disponen a incinerar la difunta esposa de uno de ellos, siguiendo los pasos de un antiguo ritual de la cultura Merya. Mucho dolor contenido y mucha poesía cargante han hecho que el patio de butacas reaccionara contrariamente a lo que el director ruso hubiera deseado, es decir, con alguna que otra carcajada. Seguía pues la comedia en el Lido. Seguía con un drama... pésima señal.
Ha salvado un poco el panorama la italiana 'La passione', comedia otra vez -ahora de verdad- de Carlo Mazzacurati que parece haber sido rodada para el lucimiento del actor Silvio Orlando, que ha conseguido él solito arrancar más de una sonrisa al respetable. Un balance más bien tacaño para lo que se prometía, pero visto cómo andaba hoy la Sección Oficial, hay quien la ha recibido como agua de mayo. Así estaban las cosas en el reino de Müller...
Así, lo más reseñable de esta cuarta jornada ha tenido que ser hallado, después de un intensivo ejercicio de buceo, entre las secciones ''menores'' del festival. Allí estaba ni más ni menos que Martin Scorsese aguardando al personal con la que ya está considerada como una de las mayores cartas de amor al cine jamás filmadas. Se trata del breve pero intensísimo documental titulado 'A letter to Elia', en el que el cineasta neoyorquino declara su admiración total al gran Elia Kazan. Una pieza imprescindible que al mismo tiempo nos habla de la infancia de Scorsese, así como de su relación con el séptimo arte.
Y sin llegar a estos niveles de genialidad pero dejando también un muy buen sabor de boca, el también neoyorquino John Turturro (al que desgraciadamente cada vez se hace más difícil ver delante de las cámaras), ha presentado otro documental: 'Passione' (no confundir con el film de Mazzacurati), estimable oda a Nápoles. Por su parte, los chinos Oxide y Danny Pang han presentado 'The child's eye', otra de las propuestas ''secundarias'' que han ayudado a olvidar las malas sensaciones dejadas por las presuntas propuestas importantes.