sábado, 30 de mayo de 2009

El cliente siempre tiene la razón

Se estremece con el viento como la última hoja de un árbol que se muere.
Dejo que oiga mis pasos.
Se queda rígida un instante.



El hombre: ¿Quieres un cigarrillo ?

La cliente: Claro, gracias. ¿Te aburren tanto como a mi ?

El hombre: No he venido a divertirme. He venido por ti. Llevo días observandote. Eres muy deseable. No es tu rostro ni tu ... físico. Ni tu voz. Son tus ojos. Las cosas que veo en tus ojos.

La cliente: ¿Y qué ves en mis ojos ?

El hombre: Una serenidad salvaje. ¿No quieres huir ?. Afrontarás lo que tienes que afrontar, pero no quieres hacerlo sola.
La cliente: No, no quiero hacerlo yo sola.

El viento se eleva electrizante. Ella es dulce y cálida, casi etérea. Su perfume es una dulce promesa que hace aparecer lágrimas en mis ojos. Le digo que no se preocupe, que la salvaré de todo cuando la asuste y que la llevaré muy lejos. Le digo que ... la quiero.


El silenciador hace del disparo un susurro y la abrazo fuerte hasta que se desvanece. ya nunca sabré de que huía.
Cobraré el cheque por la mañana.