Al principio de los tiempos Dios creó al camaleón y dijo: “Harase con él la película de animación más mierder del siglo EquisEquisPalito”
A mi cerebro con infantilismo mórbido le encantan las películas de animación protagonizadas por bichejos y el pasado mes recordé al ver una revista vieja que todavía no había visto ‘Rango’, algo que no podía permitir.
Alabada por la crítica, con multitud de premios entre los que se encuentra un Oscar a Mejor Película de Animación, con un éxito en taquilla que la mantuvo número uno de las listas durante varias semanas, y con una recaudación de casi 250 millones de Dólares en todo el mundo era imposible que fuera mala. Corrí a (Ramoncín no mires) descargarla (Cha-Chaaan!!) y comencé el ritual que hacemos las personas sin vida antes de ver una peli: palomitas, mantita, acomode de sofá...
Minuto 10: ¡Qué gracioso el jodio camaleón!
Minuto 15: De momento va bien.
Minuto 20: Ese es el malo que lo sé yo.
Minuto 37: Esto ya no pinta tan bien.
Minuto 38: ¡Me abuuuuuurro!
Minuto 45: ¡Matad ya al jodido lagarto!
Minuto 50: Venga, ¿Esto cuándo se acaba?
Rango es un camaleón doméstico, desencantado de la vida y con tendencia al vodevil que termina, por vicisitudes del destino, siendo sheriff de Dust, un pueblucho habitado por la fauna del desierto de Mojave con una terrible escasez de agua que el lagarto se compromete a solucionar. La animación corrió a cargo de Industrial Light & Magic, compañía de efectos especiales que se enfrentaba al reto de animar una película entera por primera vez en sus 35 años de existencia, y lo cierto es que lo bordan, hicieron un trabajo magnífico consiguiendo una perfección técnica loable, claro que con un presupuesto de 135 millones de Dólares era fácil.
Pero si la idea es buena, que lo es, y la animación también es buena ¿por qué aburre tanto? Rango aburre porque su personaje principal no aporta nada a la película, suscita un interés que está por debajo del mínimo, no tiene carisma, no tiene gracia, no tiene nada, igual que el resto de personajes carentes de todo carácter; la historia no engancha, no sorprende y cada movimiento se prevé. Según la iba viendo pensaba que, o yo soy tonta y no la sé apreciar, o hubo un segundo presupuesto destinado a sobornar jurados. Cuando un director de cine real, Gore Verbinski (Piratas del Caribe), se mete en un fregado como este, no suele bien y lo sabría su hubiera tenido como referencia a su colega Bob Zemeckis que metió bien los pies con su bódrico engendro ‘Polar Express’.