Que suerte.
Que sorpresa.
Mi voluntad ha elegido la vida. Aun así me ha asustado, y a muchos otros también.
Ahora doy clases de piano en Nelson. George me ha fabricado un dedo de metal, soy una verdadera atracción local, y eso me satisface.
Estoy aprendiendo ha hablar. Mis sonidos suenan aun tan mal que me da vergüenza, solamente practico cuando estoy sola, y en la oscuridad.
Por las noches pienso en mi piano en su tumba del océano, y a veces en mi misma flotando sobre él. Allí abajo todo está tan inmovil y silencioso que me arrulla y me adormece. Es una extraña canción de cuna, así es, y es mia.
Hay un silencio donde nunca ha habido sonido
Hay un silencio donde no puede haber sonido.
En la fría tumba.
Bajo el profundo, profundo mar.